Sobre Francisco Franco:
- “Para cualquiera a quien le pregunte yo almuerzo
todavía hoy con Franco. Todos los días. La realidad
es que sólo estuve en El Pardo con don Paco una vez.
Que me perdonen los franquistas, pero, con todos los
respetos, para mí siempre fue don Paco”.
- Se trata del Boletín Oficial del Estado. “Lea
aquí”. Es el BOE número 208 del lunes 27 de julio de
1942 y dice así: “Según la orden firmada por el
ministro de Educación Nacional señor Ibáñez Martín,
don Juan de Ávalos García-Taborda queda depurado por
falta de confianza al no ser afecto al régimen”.
- “Me da risa cuando se empeñan en relacionarme
con Franco. Yo sé quién soy. Lo que pienso. Lo que
siento. Esa depuración me obliga a marcharme de
España en 1944, harto de hacer santos baratitos
garantizando los milagros y de pintar retratos de
señoras a cambio de una miseria. Me exilio a
Portugal sin que me permitan llevarme mi obra allí.
Sólo pude sacar, escondido bajo el asiento del
Lusitana Expres, un busto que le hice a Manolete
cuando vivíamos en la misma fonda y toreaba con
trajes prestados. Volví a Madrid en 1950 con una
exposición nacional en la que presenté el Héroe
muerto. Don Paco visitó la muestra como si se
tratara de una revista militar y se paró ante mi
estatua diciendo (Ávalos imita la voz de Franco muy
bien, por cierto): ‘Este es el gran escultor que
necesita España’”.
- “Esa fue la primera vez que vi a don Paco. La
segunda surgió a consecuencia de ganar el concurso
internacional por el que me adjudicaron la obra de
las estatuas del Valle. Tres académicos firman un
escrito al ministro de la Gobernación, don Blas
Pérez González, en el que protestan por mi elección
al no ser afecto al régimen. En ese momento quise
renunciar, pero lejos de permitírmelo, Pérez
González me pide que vaya a hablar con Franco.
Ridículo, pero allí estaba yo a las 10 de la mañana
en El Pardo vestido con un chaqué alquilado. Me
recibió a las 2 de la tarde con el preaviso de
Fuentes de Villavicencio sobre la duración de la
entrevista. Sólo 10 minutos. A mí me sobraban”.
- “Nunca me impuso. La mirada era lo que te
penetraba. De aspecto frío, un témpano. Y, como
todos los gorditos, adiposito. Tenía frenillo. Su
táctica era preguntar mucho. Estaba ansioso por
saber mis opiniones sobre el Valle y se las expuse.
Nada de relieves del paso del Estrecho, del Alcázar
de Toledo o del tren de Jaén porque los monumentos
así los destruyen los descendientes, el rencor.
Héroes y mártires los ha habido en los dos bandos.
No me callé nada. La entrevista duró 45 minutos y al
día siguiente salió el Decreto donde se decía que en
el Valle de los Caídos se enterrarían los muertos
juntos”.
- “Carrero Blanco sabía muy bien quién era yo; un
republicano de izquierdas. Él tenía hilo directo con
don Paco, pero sobre todo, la cabeza en su sitio”.
- Al cabo de unos segundos trae en la mano
un manuscrito y me lo brinda. Son las escrituras del
coste económico de las esculturas del Valle de los
Caídos. El presupuesto total asciende a nueve
millones de pesetas. “Como era un contrato con el
Gobierno tuve que pagar a Hacienda de mi bolsillo
trescientas y pico mil pesetas. Ocho millones y poco
se lo llevaron el material y la mano de obra. Como
puede comprobar, y aquí está escrito y visado, mis
honorarios no pasaron de 300.000”. Al menos, a raíz
de aquel encargo surgirían otros muchos destinados a
equilibrar las finanzas. “Mire, me debe tanto el
Patrimonio Nacional en concepto de derechos de autor
y de producción, que sólo con liquidarme los 50
millones de pesetas que me adeudan viviría muy
bien”.
- “Pero es así. La única familiaridad que me
permitieron observar fueron las pinturas de don
Paco. Un día me llamó doña Carmen y me pidió opinión
sobre los cuadros firmados por su esposo. Hacía
bodegones de caza. Un aficionado. Jamás volví ni me
llamaron de nuevo”. Acaso se manifestó demasiado
crítico ante la señora de Meirás. No sé. O muy
sincero si los cuadros del general no eran dignos de
colgarse ni en un museo de tercera
- “Hay muchos cuentos en torno a las obras del
Valle, sin ir más lejos el que se refiere a la
familia Rabal. Jamás trabajaron allí para conseguir
una remisión de condena. Paco nunca se atrevió a
decirme eso. Por contra, su hermano Damián sí lo
afirmó y yo, públicamente, le conminé a que no
faltara a la verdad. Estaban empleados, en nómina y
cobraban un sueldo. Tenga en cuenta la precariedad
laboral de aquellos años. Escaseaba el trabajo. Lo
mismo sucedió con el padre de Gregorio Peces Barba”.
- “Son simpáticos. Tengo mis ideas. Para poner las
cosas en su sitio, yo no juré los principios del
movimiento y el Rey sí. Voy a misa y creo en Dios,
cuando me encargan una figura religiosa tengo miedo
porque es el intermediario entre la divinidad y el
hombre. Los Reyes son humanos, ahora bien, les tengo
mucho respeto, creo que hay instituciones que se
deben respetar. De la misma manera considero que el
hijo se va a cargar la Monarquía”.
- Tampoco le quisieron liquidar unos industriales
el encargo de la estatua de don Juan. “Posó aquí
mismo durante tres días. Hablamos mucho. Cuando le
dije que ya no le iba a molestar más, se enfadó de
una manera muy graciosa: ‘¡Qué dices! ¡Me has hecho
polvo, con lo bien que me lo paso contigo!’”. El
artista prefirió regalársela al padre del Rey antes
de guardarla en los confines de su memoria.
- “Me he quedado con muchos impagados, entre ellos
un encargo del anterior alcalde de Benidorm. Los
socialistas me pidieron una estatua de los Reyes
para la plaza de España de esa localidad alicantina
a la que yo adoro como a Extremadura…, y a la que he
dado tanto. La idea era que figurasen todos los
reyes de España. Zaplana, con poco talento, planteó
a la Casa Real que el monumento de don Juan Carlos y
Doña Sofía figurase en solitario y ellos, con buen
criterio, lo rechazaron… y Ávalos se comió el
trabajo que ya estaba terminado”.
- “No. Nuestra tierra es la del papanatismo, todo
el que viene de fuera, aunque haya sido camarero, es
ya un ser importante. La Hispanic Society of América
quiso que me quedase a vivir en Estados Unidos, pero
mi mujer se negó. Ella sigue empeñada en que tomamos
la mejor decisión. Pero yo me arrepiento hasta donde
no se imagina de no haber ido”.
- “Cuando estalló el glorioso meneo, la Guerra
Civil, yo era funcionario de la República, tenía 25
años. Al entrar las fuerzas nacionales, el excavador
del peristilo de Mérida a quien ayudaba sin cobrar,
me denuncia al general Yagüe. Denuncia mis paseos
con Unamuno, mi amistad con Ortega. Me llevan al
Casino y allí me encuentro con personas
honorabilísimas a las que están rapando y
obligándoles a beber aceite de ricino. Los tímidos
somos muy agresivos… Me enfrenté y al alboroto
acudió el cura párroco de Santa Eulalia, quien
aseguró que era una persona decente. Me salvó la
vida porque después de la rapada y el aceite los
fusilaron a todos”.
- No es la única imagen triste que le persigue.
Ávalos sigue soñando con un pastorcillo de Zaragoza
al que mataron de un tiro en el entrecejo delante de
él y se le cayó encima. “Era mi amigo. Estuve mes y
medio a un paso de perder la razón. La Guerra Civil
era una locura, ¡una guerra entre hermanos! Aquel
suceso terminó de destrozarme”. Otro tiro, una bala
Dum dum le atravesó el pie y estuvo a punto de
perderlo gangrenado
- Ahora se le ilumina el rostro al recordar sus
paseos con Marquina, con Gómez Moreno, “los que tuve
el privilegio de disfrutar con don Miguel de Unamuno.
Me regaló una colección de pajaritas, aves y liebres
de papel hechas con sus manos. La conservo como un
tesoro. Hablábamos de la exposición de Picasso en el
33 en la Carrera de San Jerónimo. Yo le planteé mis
dudas sobre qué camino seguir en el arte. Paró en
seco, las manos atrás siempre, traje con tirilla
cual protestante y me dijo: ‘Sea usted fiel a sí
mismo, a sus mayores’, y desde entonces siempre he
tenido a don Miguel presente. Sigo siendo fiel a mí
mismo. Creo que el ser humano debe ser claro,
sencillo y auténtico. Decir lo que llevamos dentro
con una humildad tremenda. Y no intrigar”.
- Es el autor declarado del monumento a Juan Pablo
II. “Gané el concurso internacional que se convocó
para adjudicar la obra, de modo que no le debo nada
a la Iglesia. Disfruté porque siento un gran respeto
hacia este Papa. Es un misionero”.
Fuente: http://www.el-mundo.es/magazine/2001/114/1007133379.html
VALLE DE LOS CAÍDOS:
300.000 PESETAS
El 17 de noviembre de 1952, Juan de Ávalos firmó un
contrato con el Estado para realizar las obras del
conjunto escultórico del Monumento Nacional a los
Caídos. Éstos son los puntos principales del documento.
Esculturas: El conjunto tendría nueve figuras.
Una Piedad monumental de seis metros de altura, nueve de
ancho y tres de fondo que coronará la entrada de la
cripta. Constará de 151 piezas de mármol negro.
Cuatro estatuas de los evangelistas San Juan, San
Marcos, San Lucas y San Mateo. Todas de 18 metros de
altura, 12 de ancho y cinco de fondo. Total: 800 metros
cúbicos de mármol repartidos en 1.000 piezas.
Cuatro estatuas de las Virtudes Prudencia, Justicia,
Fortaleza y Templanza, de 16 metros de altura, seis de
ancho y tres de fondo. Total: 520 metros cúbicos de
mármol repartidos en 720 piezas.
Presupuesto: Se dio a Juan de Ávalos un anticipo
de 600.000 pesetas. Gastos:
Mármoles: 1.416.000 pesetas (1.416 metros cúbicos de
mármol negro a 1.000 pesetas el metro cúbico).
Mano de obra: 5.301.211 ptas.
Portes: 1.382.789 pesetas (transporte del mármol hasta
Cuelgamuros).
Honorarios: 900.000 pesetas (por la realización de los
bocetos y modelos en yeso de las nueve estatuas), que se
quedaron en 300.000, como afirma el escultor.
Plazo de ejecución: Desde el día siguiente a la
firma del contrato (17 de noviembre de 1952) hasta una
fecha dentro del último mes de 1953.
Fuente: http://www.el-mundo.es/magazine/2001/114/1007133379.html
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