Hace
varios meses que conozco los deseos de Pablo Muñoz Regadera con
relación a su afán de estudiar y analizar la arquitectura
agrícola y pastoril de El Torno, su pueblo natal, enclavado en
una ladera empinada, en la margen derecha del valle cacereño del
río Jerte.
Tras
varios intentos el equipo del que forma parte acertó en la
elección de petición de ayuda y ahora, con esfuerzo colectivo,
dan a saborear el fruto de sus ilusiones. Nos llaman la atención
sobre un modo de vida que ha dejado de tener vigencia, engullido
por el avance de los nuevos medios de producción económica. La
recuperación de esa arquitectura entrañable de la vida agrícola
y ganadera es más bien un acto de buena intención que una
realidad efectiva. Las cosas, las "sachen" como decía
la vieja escuela de Hamburgo, cuando dejan de tener la función
para la que se han creado desaparecen, pero las palabras y las
artes de construcción permanecen en obras y tratados que se
dedican a esa investigación. Este es uno de ellos.
La
obra que tiene el curioso lector en sus manos retrata el pasado
antropológico de una comunidad municipal. Localizada en un valle
con mucha historia, desde la más primigenia población que lo
habitó, que comparte connotaciones comunes con los pueblos de
montaña de la geografía peninsular y extrapeninsular. Pertenece
El Torno a la cultura de los pueblos de la sierra, que se
individualiza, en contraposición a los pueblos situados en
valles, llanuras, páramos, estepas y mesetas.
El
objetivo que se ha propuesto recuperar el equipo investigador es
múltiple: la geografía y la historia del lugar junto a la
intrahistoria que rodea a la vida ganadera y pastoril de sus
habitantes. En el presente avance nos deleitan con un ensayo lleno
de ilusiones que completarán en ulteriores acercamientos a la
vida pastoril, tan cercana para los investigadores y los
protagonistas de su intrahistoria.
En
una economía cerrada, en una economía de subsistencia, la
arquitectura tradicional analizada ofrece innumerables facetas.
Abarca desde la vivienda rural, edificada en apoyo del cultivo,
vigilancia del ganado y de los medios de producción, a la
arquitectura específica para la cría de los animales domésticos
tan imprescindibles para alimentarse durante las cuatro estaciones
del año. Los meses del calendario agrícola se suceden sin que el
lector lo perciba en el envés de sus páginas. De San Miguel a
San Miguel, de la siembra a la recolección, el protagonista de la
vida pastoril, el pueblo de El Torno, pasa los días mirando al
cielo, disfrutando y penando; para defenderse de las inclemencias
del tiempo encuentra su refugio en el chozo.
El
prototipo del zagal de El Torno, como el poeta Luis Álvarez
Lencero de niño en el chozo de su abuelo en una finca de La Nava
de Santiago, se gana el sustento cuidando del ganado y cuando
llega al cobijo familiar agrícola, los suyos le premian con un
poco de pan y queso. Mientras el cuidador, el vigilante, el pastor
de ganado produce junto a ovejas, vacas, cabras y caballos, el
resto de la familia elabora el pan y fabrica el queso. Pastoreo e
industrias pastoriles en total armonía en la Arcadia extremeña.
La
recompensa que obtiene el zagal de El Torno cuando regresa al
pueblo o al chozo familiar, después de pasar días enteros con su
"jato", consiste en volver cantando, porque con
sacrificio y trabajo ha contribuido a que los miembros "de la
tribu", los miembros del clan, los miembros de la unidad
familiar pastoril, compuesta de nietos, hijos, padres, abuelos y
bisabuelos, subsistan y pervivan con sus costumbres y ritos
peculiares a través de las sucesivas estaciones del año
agrícola.
Con
frío y chacina en invierno, alegría en el resurgir de la
primavera, el "vicioso" y fértil vergel afrutado del
verano, la tomatera, el gazpacho, y los sabrosos frutos del
otoño, bodegones de uvas, higos y nueces (que tan minuciosamente
ha pintado Jaime de Jaraíz en el cercano valle verato).
Y
por fin el elemental modo de alimentación que compite con las
patatas, los calvotes, las castañas abundantes en la
sierra. No en vano desde tiempos ancestrales El Torno tiene como
vigía en su territorio el impresionante monte "Calvitero",
monte pelado, monte lleno de calvas, de fronda de alta montaña
que vigila a poniente las llanuras del Ambroz y los castañares
que durante el siglo XIII regaló para asentar a la población en
Hervás, la reina Doña Violante de Aragón (hija de Jaime I el
Conquistador y esposa de Alfonso X el Sabio, que dedicó una de
sus Cantigas al Toro de Plasencia) y a saliente los
castañares donde se cultivan y se producen los calvotes, las
castañas, en el término municipal de El Torno. Calvotes
con los que se alimenta el cerdo de la matanza familiar y se nutre
también el hombre torniego durante los meses crudos del invierno.
Calvotes a los que acompañan las patatas, recogidas en verano,
guardadas en chozos, chozas y en las casas del núcleo urbano.
Se
ha catalogado en el presente estudio una rica variedad de tipos de
chozo. Además del más abundante que es el chozo de piedra
seca se citan en este inventario la choza mixta,
el chozo de escoba, el chozuelo de madera y caña de
centeno, el chozuelo de pastor itinerante, el tinado
de piedra, el chivero y las zajurdah. Estas
últimas muy parecidas a las corraláh de Torrequemada
(Cáceres). El Torno es un museo vivo de los diferentes tipos de
arquitectura pastoril en el cruce de culturas africanas y
europeas. Los chozos de planta circular recuerdan a los castros
celtas, el chozuelo de madera y caña de centeno se
me asemeja mucho y tiene similares trazas arquitectónicas que la
vivienda pastoril en Namaqualand, Suráfrica, que cita e ilustra
Gonzalo Vélez Jahn en "Barro, viento y sol. Raíces de una
arquitectura africana". Por cierto en Casar de Cáceres el
chozo que se conoce es el del tipo "chozuelo de madera y
caña de centeno".
El
tinado de piedra, de planta rectangular, ofrece semejanzas con las
bordas y cabañas de pastores del Pirineo estudiadas por Fritz
Krüger en el primer tercio del siglo XX. Como muy bien ha
demostrado Claudio Torres, en el vídeo que se expone en el Museo
Árabe de Mértola, el paralelismo, en las formas de agricultura y
ganadería entre el Norte de África y España, es casi perfecto.
En
algunos aspectos en El Torno estaríamos ante un cruce de culturas
en relación a los chozos. Tanto la influencia celta como la
africana y la centroeuropea tienen su presencia. Lo circular celta
por antonomasia se encuentra en el chozo de piedra seca, el
influjo africano se observa en el chozuelo de madera y caña de
centeno y lo pirenaico y centroeuropeo en la estructura
rectangular del tinado de piedra. Hipótesis que deseamos
que ensayistas más cualificados confirmen o rebatan con sólidos
argumentos.
No
puedo terminar estas palabrinas delante de verdadera
PALABRA del equipo investigador, esto es lo que se entiende por
prólogo, lo que antecede a la palabra propiamente dicha, sin
hacer una confesión personal. Fue en septiembre de mil
novencientos setenta y dos cuando visité con un seína
nuevo el pueblo jerteño de El Torno. Era muy joven y estudiante;
andaba buscando iglesias con techumbre de madera. Me pareció un
pueblo solitario. Casi nadie por las calles. Ahora entiendo el
porqué. Todos sus habitantes estaban trabajando en los chozos,
atareados con la vendimia, preparando cuidadosamente los higos
para secarlos al sol y un largo etcétera de todas las faenas del
mes en que se prorrogan o disuelven verbalmente los contratos de
arrendamientos y salen a subasta pública las hierbas del lugar.
Han pasado más de treinta años y todavía los chozos permanecen
en pie. El chozo de piedra seca ofrece una estructura pequeña,
similar a la de una tienda de campaña canadiense de cinco plazas,
pero muchísimo más cómoda. El pastor y su familia pueden estar
de pie, dormir en un camastro, guisar en una superficie circular,
que escasamente debe superar los cinco metros cuadrados, bien
oxigenada gracias a la ventilación que entra por la puerta
adintelada y un respiradero superior de donde penden las llares.
En el chozo se vive con el mínimo espacio posible y las personas
se protegen de las alimañas y de las inclemencias del tiempo, al
mismo tiempo que sirve de despensa y almacén donde se guarda la
hacienda agrícola y el peculio ganadero del propietario.
Deseo
que el equipo que ha iniciado esta investigación prosiga con
entusiasmo su labor y ofrezca en el futuro más facetas de un
pueblo que tiene quien le escriba su historia, porque como dicen
en El Torno, en lenguaje altoextremeño (en el que Pablo
Muñoz y otros torniegos dejarán escritas las primeras páginas
del corpus de una modalidad lingüística peculiar y una muestra
de la recolección oral del Patrimonio Lingüístico Extremeño):
"La vía namáh enseña lah suh esenciah a loh
ojuh inyehtauh en sangri".
"La
vida solo enseña sus esencias a los ojos inyectados en
sangre". Para leer la historia auténtica de chozos,
pastores, con sus idílicos amores y trabajos, se necesita una
llave muy especial que solo la poseen quienes saben penetrar en la
esencia de la entrañable vida pastoril ancestral. Solo los
pastores o los hijos de pastores, comunicadores de sus historias,
pueden narrar las costumbres de sus antepasados y progenitores
porque las han vivido. Los demás humanos somos meros lectores que
recreamos a nuestro modo las historias protagonizadas y contadas
por ellos.
Amigo
lector, te animo a que recrees tu propia historia y te sientas
protagonista de las vivencias y paisajes por los que los autores
de esta monografía te irán guiando y llevando a lo largo de
estas cariñosas, documentadas e ilustradas páginas.
Vale.