Nota del editor,
Antonio Viudas Camarasa: "Este texto está escrito en
la variedad local de Fuente del Maestre, único
pueblo de Extremadura donde se documenta el seseo,
que a diferencia del andaluz, en este territorio, en
opinión de los estudiosos, tiene origen o
coincidencia con el portugués".
Leoncina. —Ola, Señora Jhulia,
me llamo Leonsina y la saludo dende Ehtremaúra,
¿sabe?; dende la tierra loh barroh. Anque no sé
porqué, a nuehtro pueblo l’han metío p’ahí en’un
sitio máh raro que pa qué. Ya no semoh de la “Tierra
de Barroh”, ahora pertenesemoh a la comarca del Río
Bodión, porque dise l’Alcalde: q’asina, a mi pueblo,
le llegará máh dinerino, máh euroh de p’ahí, ¿m’entiende?
Locutora. —Ay Leoncina, esto me
huele a trampa. Los de tu lugar siempre habéis
tenido fama de pícaros. Se dice de vosotros que
vendíais a los gitanos chinotes por aceitunas...
Leoncina. —¡¡Eso no eh asín,
Señora Jhulia!! Eso, según dise mi Agüelo, eh una
mala fama que, loh puebloh alreoreh, noh endosaron
enante y endihpuéh de la guerra, ¿entiende? Paese se
que fue por lo del’ehtraperlo, a lo que mih paisanoh
s’arregohtaron pa mirá de salí adelante, pa dí lo
máh tarde posible al sementerio, sab’uhté.
Locutora. —Uy, uy, uy, Leoncina,
que me parece que además del estraperlo, el rapiñar
en el campo se puso muy de moda en ese municipio...
Leoncina. —Áve, claro, Jhulia.
Había que llená la tripa con’algo porque en’el campo
santo ya no cabía máh ghente, ¿sabe?. Entr’unah
cosah y otrah, según me cuentan loh viejhoh, había
máh paisanoh en la morgue que en’el pueblo. Y hubia
sío de pánfiloh atontaoh, habiendo cosecha de loh
señoritoh en la tierra, pa poe comé, acabá debajho
d’ella, ¿no?
Locutora. (Con risas) —Bueno,
bueno, echemos pelillos a la mar y cuéntame el
motivo por el que me llamas desde tan lejanas y
castúas tierras, Leoncia o Leoncina, tú ¿cómo
prefieres que te llame?
Leoncina. —Poh... yo, a mi,
cuando era chiquenina me llamaban Leonsina, sab’uhté,
pero ahora, que ya soy una muchacha grande, me
nombran Leonsia. Uhté, Señora Jhulia, llámeme cómo
quiera: Leonsina, Leonsia, la Cahtúa, m’importa
poco... , mentrah no me llame corita ni piporra me
da lo mehmo.
Locutora. —A ver, si ya eres
moza grande, ¿Cuántos años tienes?
Leoncina. —Poh mire, ahpué,
hase ya un meh, cumplí loh sinco añoh. ¡Ay Jhulia,
cómo pasa el tiempo! Ya, con’éhte qu’ehtamoh, hase
doh cursoh que voy a l’ahcuela. ¡Que jhartera tan
grande e coleghio! Ehtoy máh cansá, de la
señoritinga de maehtra éhta que tengo, que na. Eh
una plahta, Seña Jhulia, con loh dibuhoh y la Plahte
Lina. Luego no me dejha toqueteá a loh muchachoh.
Dise qu’eso ehtá feo. Cómo va a ehtá feo si yo a loh
que toqueteo eh a loh guapoh... , y sobre to a
Remighio, uno de mi calle, que siempre se va mu
lejhote pa meá y ontavía no m’enterao porqué lo hase
de pie y yo no, Jhulia.
Locutora. (Risueña) —Bueno,
mujer, eso del toqueteo te lo has de moderar,
controlar o superar, especialmente en la escuela...
—Leoncina. —No, si yo lo hago
por curioseá, áve. Qué se cree que yo soy una
berrihonda, que ni mighita; lah de mi familia semoh
mu honrráh pa esah cosah. Pasa que naiden me lo
ehplica y ehtoy intrigá con la manera de meá de loh
muchachoh, no hay na máh, Señora Jhulia, no se crea.
Locutora. —Bueno, bueno,
Leoncina, que te enrollas mucho; lo de berrihonda,
¿se puede saber qué quiere decir?
Leoncina. —Poh áve: una
muchacha berrihonda eh qu’eh mu apasioná pa loh
muchachoh. Como si dijhéramoh: mu calenturienta,
¿sabe?
Locutora. (Con risas) —Bueno,
también te he preguntado a qué es debida esta
llamada y aún no me lo has dicho explícate... , pues
no tenemos toda la tarde, mujhé, explícate.
Leoncina. —Poh mire, Señora
Jhulia, que con to ehto del paro cuando desían
qu’iban’a quitalo, poh mi padre y otroh se pusieron
pa echá mala leche, ¿sabe? Y la querían liá mu soná.
Ya ve si era asina que desían que s’iba a’hcuchá el
habla cahtúa hahta en Bruselah, ¿uhté sabe, por un
casolidá, ónde para eso, Seña Jhulia?, porque yo ni
pajholera idea tengo... Y mire, aprovechando que,
hoy, mi madre, jhunto con’otrah, ehtá barriendo lah
calleh, pa poe cobrá ella tamién la mighina paro,
poh he coghío el teléfano pa contale a uhté
máh e cuatro cosah. Y pa ve si m’oyen loh mandamaseh
de p’ahí y noh echan’alguna fabriquina máh qu’otra
pa’cá y asina se leh quita el berrinche a la ghente
d’aquí, ¿m’entiend’uhté?
Locutora. —Pues muy bien,
Leoncina, tu mensaje está lanzado a los cuatro
vientos a través de las hondas. A ver si alguien te
ha escuchado y, junto con la buena disposición de
vuestro Alcalde, os llega algo para emplearos porque
lo del paro, de momento, posiblemente seguirá
funcionando, pero quizá no será eterno, yo qué sé;
¡te deseo lo mejor!
Leoncina. —Ah pero ya me corta,
Jhulia, yo creí que podría chupá máh micro, digo máh
teléfano... yo quería jhablale sobre máh
cosah de mi pueblo y de loh alreoreh. No sab’uhté la
qu’hay liá con’el botellón y con’un vicario mu
pahmao qu’hay aquí.
Locutora. —Eso se habrá de
dejar para la próxima comunicación. Por hoy ya hemos
terminado, Leoncina.
Leoncina. —Bueno agradesía por
to, Señora Jhulia, qu’eh uhté mu güena. Sobre tó no
se l’ocurra mentá la prósima veh na sobre el nombre
d’ehte pueblo, que la cosa quee asín indefinía; por,
si noh oye, que no s’entere, del sitio q’hablamoh,
la tonta mi agüela, la Mirasielo. Y dao
qu’ehtá tan ghilá, anque noh oiga, a la mejhón ni
s’entera quién’eh la qu’habla. Ya l’iré hablando
d’ella. ¡Ehtá máh tonta! Oh que tonta ehtáaa, Señora
Locutora. Esa si qu’ehpánfila. Lo que jharta. Jharta
máh que la pringue, con suh maníah y pachucháh. Ya
la ira conosiendo, ya.
Locutora. —Adiós, Leoncina,
hasta la próxima.
Guión
Nº 2 de “Leoncina la Castúa”
Locutora. —A ver, que llega la
hora de la comunicación con Leoncina la Castúa y nos
llama, la muchacha, desde la ancha y extensa
Extremadura. Leoncina, ¿estás ahí?
Leoncina. —Señora Jhulia, ¿m’oye?
Locutora. —Sí. Dime Leoncina.
¿De qué quieres hablarnos hoy, mujer?
Leoncina. —Poh de qué quie que
l’hable, de lah cosah de la vida, poh dise la tonta
mi agüela, la Mirasielo, que ca’veh ehtá máh
achuchá, máh peliagua, como si dijhéramoh máh
complicá y apurá, ¿m’entiende?
Locutora. —Sí, mujer, claro que
te entiendo. Pero tu señora abuela no creerá que
ahora se vive peor que en sus tiempos; porque
vamos...
Leoncina. —Eso mehmito le digo
yo, Jhulia, que no sea tan quejhumbrosa. Ella
siempre s’ehtá quejhando de loh tiempoh d’enanteh.
De cuando era una chiquina y sólo tenía el corrá
lleno mierda y la casa apehtá de mohcah. Y ahora,
sin’encambio, el corrá ha cambiao de nombre. Ahora
se llama el patio, sí, sí, asinita mehmo, Señora
Jhulia. Y m’alegrara que lo viera: to embaldosinao y
con muchah masetah po’l’medio, como ha de se, dise
ella, la desagherá. Y lo qu’era la cuadra, ahora eh
la l’asena. La tie llena chorisoh. Y el jhamón, no
bien se l’acaba uno, ya tie otro colgao. Y no para
ahí la cosa: lo qu’era la sajhurda loh gorrinoh,
ahora eh el baño con su retrete y el bidé y to, pa
lavase el papo, cosa qu’antiguamente na de na;
¡Cuánto desaliño arrahtraban lah viejah, Jhulita!...
Locutora. —Mujer, eran otros
tiempos...
Leoncina. —Claro, pero eh
qu’ella ehtá liá como la pata un romano. Y dise
q’anteh era peó en’algunah cosah pero sin’en cambio
en’otrah se vivía máh tranquiloh. Pero ¿sabe qué
dise mi agüelo?
Locutora. —No sé, mujer, ¿qué
dice tu castúo ascendiente?
Leoncina. —Poh qu’eso no eh
asina. Qu’eso lo dise, la Mirasielo,
porqu’ella no salí a doblá l’ehpinaso pahí en loh
tajhoh.
Locutora. —Entonces, ¿tu abuela
no ha trabajado nunca?
Leoncina. —Bueno, cuando era
muchachina sí. Ehtuvo sirviendo. Pero al casase, no
salió de casa pa na. Y no eh porq’haiga tenío muchoh
muchachoh. Pero la mayoría lah mujereh, en’ehte
pueblo, como dise mi agüelo: “ellah se casan pa
dehcansá pero nosotroh pa dá el callo.” Y tamién
dise, l’hombre, qu’ella ahora vive máh intranquila
por lah procupasioneh de loh hijhoh y loh nietoh o
lo que le sean loh primoh ésoh míoh, que paesen máh
abombaoh qu’ella ontavía. Madre mía, ¡son mah
catanoh, que na! Y aluego se lo da to a elloh. Y
hahta leh da dinerino a ehcondía mía. Cómo le digo,
Seña Jhulia, eht’agüela mía eh máh pánfila cada
día.
Locutora. —No sé porqué me
parece advertir un algo de pelusilla hacia tus
primos, Leoncina. ¿Y qué quiere decir catanos?
—Leoncina. —Loh de lah
capitaleh no sabéih na, Jhulia. Un Catano eh un
medio atontaó un’inorante. Y en cuanto a la pelusa:
¿¡Yo!? ¡Bien de máh ehté! ¿Envidia a esoh
jhasiporroh: torpeh?, ni se lo piense. ¡Poh si ehtán
mu amodorraoh! Y ni s’enteran de la metá las cosah
en’el coleghio. Y el máh grande de toh ya le d’al
botellón que te cagah. ¿Yo? ¡Desasón por esoh! ni
hablá, ni mighita, na, Señora Jhulia.
Locutora. —Bueno, Leoncina, ¿y
tú no tienes hermanos ni mayores ni pequeños?
Leoncina. —A no, yo no quio
chiquinoh: dan mucha guerra. Siempre llorihqueando y
nunca se sabe qué tienen ni qué quieren. Quía, yo
siempre le digo a mi madre que se dejhe de traé
muchachoh. To’l día: que si quedrá comé, que si a
vé si tie caca, que si ehtará meao, que si tendrá
calentura, que si le duele la tripita, ¿qué eh ehto,
coño? Venga p’ahí ya, hombre, con la tontería loh
chiquinoh. Poh no harta na un mocosino d’ésoh...
Locutora. (Risas) —A ver,
Leoncina, acaso tú no creaste ese tipo de problemas
cuando eras un bebé.
Leoncina. —Yo ya no m’acuerdo.
Y si fue asín poh mejhón que mejhón pa curanoh anteh
de tiempo; áve, eso eh asina, Locutora.
Locutora. —Leoncina, de tu otra
abuela todavía no nos has hablado, ¿cómo es ella?
Leoncina. —Poh mire, Señora
Jhulia, la otra agüela eh la madre de mi padre.
Pero esa no tie na que ve con l’atontá de la madre
de mi madre. La otra, pa empesá, eh viuda y sin
compromiso, y va siempre de punto en blanco, vamoh
que s’arregla como una quinseña. Y conserva la línea
y se da menjhurjheh en la cara, cómo tie que se,
Señora Jhulia. Le llaman la Carialta. Y
cualquia sabe el mote qu’amí m’ehpera. Poh entre la
Mirasielo y la Carialta, a lo mehón, a
mí, m’acaban llamando la Rompetechoh;
son’asina la ghente d’aquí: mu letraina pa marcá a
loh demáh. Algún día l’hablaré de loh moteh tan
pertinenteh, quio desí: tan pelmah y molehtoh
qu’aquí s’ehtilan, Jhulia... Y como l’iba disiendo,
pongo una comparansa: la Carialta anda
siempre de viajhe p’ahí. S’apunta a una guerra
tónica. Toh loh autocareh que salen del pueblo,
vayan’a onde vayan, ella eh la primerita en’ocupaloh;
no se pierde ni una salía, dise ella. Y yo, ehtoy
una miajha mohca con’eso de la salía. Poh la ghente
eh mu criticona. ¡¡Ay, Seña Jhulia!!, que siento a
mi madre jhablá por la calle. Que viene y no quio
que me cojha de palrroteo con’uhté. Qu’aluego dise
que se gahta mucho teléfano. Adióh, doña
Jhulia...
Locutora. —Hasta la próxima
Leoncina. Bueno, ya pueden oír el corte del
teléfono, menos mal que ha llegado su madre si no,
no sé cuando hubiese acabao to esto.
“Guión
Nº 3 de Leoncina la Castúa”
Locutora. —Bueno pues, como
ustedes saben, estamos esperando la llamada de
Leoncina la Castúa. Y hoy parece atrasarse. Algún
problemilla debe tener. Como no quiere que ni su
abuela ni su madre se enteren de sus llamadas, pues
la mujer tendrá dificultades. Ya suena el
teléfano, ya. Sí. Diga.
Leoncina. —Señora Jhulia,
Señora Jhulia que ya s’ha ido la plahta mi madre.
Qué cansina eh la mujhé con la tarea la limpiesa.
Hahta que no lo dejha to rechinante, quio desí
relumbrío, no se va pa bajho a por loh mandaoh.
Locutora. —Mujer es que las amas de casa son muy
sacrificadas, no sólo han de ser limpias sino
parecerlo.
Leoncina. —Jho mía, ¡pero si yo
l’ayudo! L’he dicho que se fua pa bajho hase máh
d’una hora: que yo acabaría de quitá’l polvo y no
m’hasía ni caso. Uy, cuánto m’ha cohtao hasele
coghe’l pendingue call’abajho. Qué suoreh y qué
calorinah he pasao. Creí que se pasaba la hora sin
poé llamá. Bueno poh vamoh al’asunto de hoy, Señora
Locutora...
Locutora. —Sí venga que es
tarde... ¿Y pendingue qué quiere decir?
Leoncina. —Claro, eh tarde y
ensima m’interrumpe uhté..., jhuhto paese que no
sepáih ni torta loh de la capitá. Poh yo creía que
coghé el pendingue era coghé el bolso con’enfado.
Pero lo he preguntao p’ahí, por si fua otra cosa, y
resulta q’hay un libro mu antiguo y dise qu’el
pendingue viene de pendil: un manto que antiguamente
s’echaban lah mujhereh po’nsima hahta de la cabesa,
mu paesío a lo que el Jhomeini y loh suyoh leh echó
po’nsima en’Irán; anda qu’esoh tamién... Mecá.
Y sobre lo que hoy interesa,
seña Jhulia, lo del botellón ehtá trayendo mucho que
roé, sab’uhte. Porque tanto lah mohtrencah d’ellah
como suh amigoh s’han hecho unoh ditoh al trinque.
Y, como no puen pasá sin la rasión semaná, si loh
echan d’un lao se van’a otro. Ahora l’antomao por
dise a l’entrá el sementerio. Y la qu’ehtá liáaa,
Jhulia; ay la qu’ehtá líaaaa. La mayoría la ghente
clama al sielo. Disen lah máh beatonah del pueblo
qu’ehto eh peó q’una guerra siví. Y que qué será de
suh deudoh a loh que no se leh dejha dehcansá con
loh bafleh loh cocheh a to meté.
Locutora. —Ay Leoncina, al final tendrá razón tu
santa abuela, con lo de la vida complicada y todas
esas cosas.
Leoncina. —Quía, Señá Jhulia.
Mi agüela jhabla por jhablá. Paese que l’agrade
llevale la contra a to’l mundo. Y sobre to a su
yerno, a mi padre; paese que l’encante cabrealo.
Ahora le da la rasón a loh pintoneh. Bueno lo de
pintoneh eh un desí, porque criaturinah acaban
moraoh y algunoh pasan de cahtaño ohcuro y hahta loh
hay y lah hay que paese qu’acaben de llegá en’una
patera; lo digo por lo del coló y el tormento
qu’arrahtran. Seña Jhulia, brobesinoh qué penita da
veloh. No paesen vení de la puerta el sementerio
sino de lah tinieblah del’otro mundo, jho.
Locutora. —Vamoh, Leoncina, me
cuesta creer que tu abuela esté de acuerdo con eso.
Leoncina. —Ella dise que si no
tien dinero, pa entrá en loh bareh, poh q’hasen mu
bien diéndose al campo, anque éhte sea el santo.
Locutora. — ¿Eso dice la
Mirasielo, Leoncina?
Leoncina. —Asinitamente,
Jhulia. Pero, ¿sabe porqué?
Locutora. —No sé. No se me
ocurre qué razón puede asistir a tu santa abuela.
Leoncina. —Porq’hara ya son doh
nietoh dándole al botellón. Y como ehtá tan chocha
con’esoh mohtrencoh de coño, poh no quie que leh
quiten el’antojho. Y mi padre se sube por lah
pareleh y mi madre tamién, ¿sabe? Mi padre dise que
cuando, eran novioh y él tomaba alguna copina de
vino ya l’ehtaba metiendo mal a mi madre disiéndole
qu’era un borracho y, sin’en cambio, a suh nietoh
pico máh o menoh loh anima a que se leh deshaga
el’hígado p’ahí. Unah dihputah y averiguasioneh se
traen de miedo.
Locutora. —Ay Leoncina, es que
las suegras con los yernos nunca han hecho muy
buenas gavillas, y peor si viven bajo el mismo
techo.
Leoncina. —Ah pero nosotroh
vivimoh dependiente d’ella. Nosotroh tenemoh nuehtra
casa o nuehtro piso fuera parte, ensima su casa; con
la entrá por la calle. Ah no. Mi madre dise que la
casá quie vivienda a parte y cama dependiente,
apartá.
Locutora. —Leoncina, querrás
decir independiente, separada.
Leoncina. —A no. Aquí se dise
dependiente y cuando no, se dise arrebujaoh, eso eh
asina, Jhulia. Aquí no ehtamoh ni en Madrí ni en
Valladolí, ehtamoh en tierra cahtúa y en’ella, si no
toh, muchoh, hablamoh asina, áve. Y, por sierto,
asina ya se pue ehcribí tal como suena y no eh falta
d’ontograía, Jhulia.
—Locutora. (Risas) —Bueno,
bueno, para qué vamos a discutir con una entendida
en el acento extremeño. ¿Alguna cosa más, así
telegráficamente, que el tiempo s’acaba,
Leoncina?
Leoncina. —Poh no sé, así a
bote pronto, me s’ocurre mandale un saludo a mi otra
agüela, la Carialta. Poh salió antié, de
viajhe pa ve al Barselon ganá en direrto. Qu’aquí
hay mucha ghente culé y ven loh partíoh con la
parambólica ésa, o como se diga. Y loh demáh se
vendrán al’otro día, pero ella y otra amiga se van’a
queá en Barselona igual’una semana. Quien da una
vueltina p’allí. Lah vesindonah, envidiosah y
resentíah, disen que se quedará pa buhcá plan, vamoh
pa tratá d’encontrá ligue. Y que igual ni vuelve. ¿Uhté
cree qu’en Barselona corre peligro, en’ese sentío mi
otra agüela, Jhulia?
—Locutora. —Aquí las ramblas
embrujan, la Sagrada Familia incita a la locura, los
restaurantes en la playa encantan y el mar embriaga.
Así que tu agüela ¿a saber cómo acabará,
Leoncina, a saber?
Leoncina. —¡Ay, no me diga uhté
eso!, poh, cómo lo dise, paese que to eso enganche;
poh yo a la Carialta la quio mucho, bueno y a
la otra tamién...
Locutora. —Adiós Leoncina.
Hasta otra.
Guión
Nº 4 de Leoncina la Castúa.
Leoncina. —Señora Locutora, que
ya’htoy aquí, que soy Leonsia la nieta de la
Mirasielo y la Carialta. La que llama
dende Ehtremaúra, la Cahtúa.
Locutora. —Bien, mujer, no
hacen falta tantos datos. Ya por el acento te se
nota qu’ereh tú. Te encuentro muy enaltecida;
como muy preocupada y exaltada, ¿te pasa algo,
chiquina?
Leoncina. (Entristecida) —Na
que, dende que mi agüela, la Carialta, se
fido a Barselona no sabemoh na d’ella. Uhté, por un
causaliá, ¿no podría dá un socorrío aviso pa ve si
andara p’ahí por lah ramblah la pendona mi agüela?
Eh qu’hay que ve la jhoía tonta éhta con no avisá
con na, doña Jhulia; poh va pa treh semanah q’anda
de pingoneo, de vida alegre. ¡Me va a’hcuchá cuando
venga!, ésa s’entera; vamoh hombre. Con la cantía
cosah malah que pasan y va y noh tiene a en llamah.
Eh qu’ehtamoh negrah, Señora Locutora.
Locutora. —Y, su hijo, tu padre
¿qué dice?
Leoncina. —Él tie su mighita
cangui, vamoh qu’ehtá procupao, como si dihéramoh
mojhino. Y dise que lah malah notisiah enseguía se
saben, que no demoh treh cuartoh al pregonero. Poh
luego to son chinchorreoh. Pero a la Mirasielo
to se le va en jhablá de lo mehmo. Dise que ni
duerme de noche de pensá en qué le puen’ehtá
hasiendo por’esoh Barselonah. Que si l’habran
violao, que si no sé qué, que si no sé cuánto. Y mi
padre poh peó se pone, áve; eh qu’eh su madre...
Locutora. —Bueno, mujer,
tampoco son tantos días. Llegaría cansada del viaje
y a lo mejor aún no ha salido del hotel, yo qué sé.
Esperad un poco más y si no, ahora no se me ocurre
el qué, ya haremos algo.
Leoncina. —Si eh lo que yo
digo: a lo mejhón se lo’htá pasando tan pipa que ni
s’acuerda de llamá, o no tie ganah d’acordase del
pueblo; porque pa una mujhé sola y viuda en la vida
un pueblo harta mucho. O lo mehmo ehtá tan harta de
to ehto d’aquí que l’hase falta pansionase p’ahí. Yo
creo que to la culpa del simborrio la tie la
Mirasielo. Eh qu’ehta mujhé ha venío al mundo pa
padesé. Cuando no tie una cantinela tie otra. Ahora,
q’a loh nietoh loh han redusío pa no acudí al
botellón, ha coghío el martirio la consuegra. ¡¡Qué
plahta tan grande de mujhé!! Me tie máh cansá; uy
que hartita ehtoy d’ella, Seña Jhulia...
Locutora. —Eso, igual, se me
ocurra a mí, es porque os quiere a todos mucho y
sufre...
Leoncina. —Y a ella ¿quién le
manda sufrí por loh demás? Si, como dise mi padre,
loh demáh no queremoh vela sufrí por nosotroh, ni se
lo pedimoh. Na, Jhulia, que su condisón eh ésa: la
de jhoé la marrana. Y claro ya s’anterao poh to’l
pueblo cómo la Carialta anda p’ahí perdía y
sin controlá. Eh el comadreo del mercao, de la
corredera y de loh alreoreh su casa. Y lah comadreh,
por la tarde, ya ni ven la telenovela ni loh chihmeh
de lah guarronah calienta catreh. Que va; sa’juntan
pa jhablá de lo mehmo. Disen que, con’alguna nuevina
sí, pero que con’una viuda de sincuenta añoh, eso
nunca había pasao. Que, hoy en día, son peó lah
viejhah que lah nuevah. Yo qué sé, Jhulia, ¡la que
se’htá liando!: un’acabose...
Locutora. —Me temo que se está
liando, en tu pueblo con lo de tu abuela, lo que en
Barcelona se llama un merder, de poca monta y
mucho ruido, Leoncina...
Leoncina. —Ea: eso dise mi
padre, mi madre y yo. Y, ahora, hablando d’otra
cosa, ¿sabe porqué loh pánfiloh de mih primoh han
dejhao el botellón?
Locutora. —Ay yo qué sé,
Leoncina. Igual porque serán muchachos inteligentes
y se habrán dado cuenta cómo eso les perjudica mucho
la salud, supongo.
Leoncina. —Ni hablá, ni habá,
Señora Locutora. Ha sío porque la Mirasielo
leh ha subío la paga, bajho jhuramento de dejha la
bebía. A mí m’ehtraña qu’eso dé resultao poh ésoh,
como el’Aznar, no puen pasá sin la Botella. Y mi
padre dise: que, si anteh leh iba jhuhto pa’l
botellón, ahora leh sobrará pa’l porro. Un peligro
Jhulia, peó el remedio que la enfermeá.
Locutora. —¿No les tendrá tu
padre también envidia, porque a él de pequeño no le
dieran paga o porque la que a ti te dé tu abuela sea
menor que la de ellos?
Leoncina. —Si a mí ontavía no
m’han daó un duro. V’uhté, la que anda por
Barcelona, sí. Pero la Mirasielo: me compra
alguna cosina máh que otra, pero, na, cuatro
trapinoh del mercaíllo. Lo gordo se quea pa loh
nietoh o lo que le sean loh abombaoh esoh. Ella hase
un trato mu diferente a loh muchachoh. Mantiene que
loh hombreh nesesitan máh. Si yo le pudia contá máh
e cuatro cosah: eh una machihta mi agüela. Eso lo
dise mi madre a boca llena y yo le doy to la rasón.
Áve, eh qu’eso eh asín, seña Jhulia.
Locutora. —Bueno Leoncina, no
puedo dedicarte más tiempo, recuerdos a tu abuela
cuando aparezca.
Leoncina. —De su parte, qu’a
ella si le pienso da detalleh d’uhté y d’ehtah
conversasioneh tan lustrosah que tenemoh.
Locutora. —Adiós, Leoncina,
adiós.
Guión
Nº 5 de Leoncina la Castúa.
Mayo 2006
En el envío de
esta colaboración el autor nos indica (21 de mayo de
2006): "...
Le adjunto también una parodia que dos escolares de
secundaria están emitiendo en la emisora local de
Fuente. Se trata, como podrá comprobar, de un
simulacro entre una chiquilla y una locutora de
radio de Barcelona. Según el profesor Arturo Castro
Alonso, una bellísima persona, natural de Plasencia,
está teniendo una aceptación formidable y el hombre
no para de animarme a que le envíe más y más guiones".