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"ESTUDIO Y DIVULGACIÓN DEL PATRIMONIO LINGÜÍSTICO EXTREMEÑO" (APLEx) APARTADO DE CORREOS 930 - 10080 CÁCERES (ESPAÑA)

2006

Número 0

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En trámite

 

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LITERATURA:

ESTUDIOS

 

Defensa de la poesía popular

 

Luis Martínez Terrón: Defensa de la poesía popular

  aplexdigital.com. Número 0.

En el transcurso de los siglos, desde el "Poema del mío Cid" hasta el "Romancero", pasando por los cantares de gestas o el master de juglaría, fueron desfilando por la historia de la poesía popular innumerables voces de poetas que desembocaron en el "Romancero Gitano" de Lorca.

 

Sin embargo, superado el romanticismo y el modernismo, aparecieron los poetas de la Generación del 98, los del Grupo del 27 y los del 50 o de posguerra, entre los que destacaron importantes poetas populares entre los que se encontraban los más genuinos representes de cada grupo y que no citamos por ser de todos conocidos.

 

Y así hasta que el poeta murciano, republicano del éxodo y el llanto, León Felipe, farmacéutico de profesión en la Alcarria, actor y cómico de la legua que recorrió España con una compañía de teatro, lanzó su terrible alegato sobre la poesía popular española:

"Deshaced el verso.

Quitadle los caireles de la rima,

el metro, la cadencia,

y hasta la idea misma.

Aventad las palabras,

y si después queda algo todavía

eso será la poesía".

 

Con tal aserto, buscando originales innovaciones, no solo trataba de dar un varapalo a las convenciones normativas de la tradición literaria contenidas en la Preceptiva, sino que con tales premoniciones abría el camino a infinidad de poetas que jamás se ajustaron a las reglas clásicas, dando lugar a que la verdadera poesía, la que siempre fue grata al pueblo, que encendía y emocionaba a las masas y era comprensible para todos, entrara en un largo proceso de decadencia y marginación.

 

A partir de entonces saltáronse las reglas académicas a la torera y surgieron en el plantario español de la poesía infinidad de monederos falsos, "nuevos" bardos, los neogongoristas y cerebrales, asépticos, ininteligibles y aburridos, hipervanguardistas y novísimos de última hora, vates cuyas estrofas no hay quien las digiera que, tratando de adentrarse en el mundo infinito de la metafísica, se pierden entre gruesos diccionarios y enciclopedias buscando no solamente la palabra exacta sino la metáfora irreversible, convirtiéndose en aspirantes perpetuos a supremos sacerdotes del verso.

 

Por otra parte hemos de decir que, a pesar de todo, aunque la poesía popular jamás haya sido reconocida por los puristas, se siguen escribiendo versos singulares para la nostalgia y el sentimiento que cuentan historias, que evocan épocas, ambientes, circunstancias y reflejan la realidad de cada momento. Y desde luego sigue formando parte de un rico y variado tesoro, escasamente valorado, cuando no directamente despreciado por la crítica y los profesionales de la literatura.

 

Y ahora que estamos en un tiempo en que se habla de la Memoria Histórica y algunos tratan de rescatarla hemos decidido, una vez más, hacer uso de la palabra en su defensa.

 

Porque aunque no lo quieran, la poesía popular, la mal llamada poesía impura, forma parte sustancial de esa Memoria Histórica de España, y quien no lo crea que consulte a Vázquez Montalbán, Antonio Burgos o Carlos Herrera, entre otros autores sobradamente conocidos.

 

Hay quien ha llegado a decir que la historia de la literatura la escriben los vencedores de la crítica y la poesía del pueblo fue la gran derrotada por las valoraciones puristas, por lo que hay que excavar en las fosas de la memoria de la poesía popular para colocarla en el lugar que dignamente merece dentro de la cultura de masas del siglo XX español.

 

Y todo ello sin olvidar que a lo largo de la eterna posguerra las compañías de teatro que recorrían los pueblos y ciudades de España con sus espectáculos de folklore incluían en sus repertorios algunos rapsodas que declamaban ante el público versos de "Penas y alegrías del amor" o "La profecía" de Rafael de León, "El Piyayo" de José Carlos de Luna, "El parque de María Luisa", de Juan Antonio Cavestany, "Feria de Abril en Jerez" de José María Pemán, "Tus cinco toritos negros", de Benítez Carrasco, "La casada infiel", de Lorca, "La copla", de Manuel Machado, "Ya están ahí las carretas", de Juan Ramón Jiménez, "El ama" de Gabriel y Galán" o "La nacencia", de Luis Chamizo, entre otros nombres destacados en aquellos duros tiempos de silencio y oscurantismo.

 

No hay que olvidar que aquellos artistas de la palabra, recitadores de la poesía bien dicha y mejor sentida, se hicieron populares y universales al declamar en sus espectáculos o en sus funciones dedicadas al arte del verso del ritmo y de la rima lo más conocido de la poesía popular y, como las canciones de nuestras tonadilleras, alegraron las tristezas de España y sirvieron de deleite de los lectores amantes del verso.

 

Sin embargo la poesía popular, cuanto más llegaba al corazón de quienes la escuchaban y vibraban con sus armonías y fuerza descriptiva, más despreciada era por los críticos y por los profesionales de la literatura, comprobándose una vez más que en las claves de la deshumanización del arte, el publico admiraba y hacia suyo cuanto los profesionales de la poesía despreciaban de las masas mejores frente a la deshumanización minoritaria del arte.

 

Por estas circunstancias y durante años los versos populares y sus autores fueron recluidos en un gueto, en el campo de concentración del descrédito y del desprecio. Y mientras que estos poetas nunca se opusieron o escribieron sátiras en contra de cualquier clase de innovación, afirmando que cada uno escribiera como mejor supiera hacerlo - que ya la criba implacable del tiempo se encargaría de poner a cada uno en su sitio - los puristas arremetían contra lo popular.

 

No obstante y a pesar de la premonición de León Felipe, entre unos y otros no consiguieron dar la puntilla a la poesía popular y sus consejos solo fueron tenidos en cuenta por esos poetas que, por lo que se ve, no saben escribir de otra forma. Y los versos populares sobreviven conservando el ritmo, la métrica, la rima, la asonancia, los adornos, la musicalidad, la belleza, el idealismo, el sentimiento, la emoción, la fuerza, el idealismo y la garra que emociona y eleva el espíritu del hombre.

 

Y sucede en Extremadura, como en el pasado siglo sucedió en Andalucía, que la pobreza, la ignorancia y la indiferencia de nuestro ambiente literario han hecho posible que poetas sinceros y auténticos jamás recibieran la atención que se merecían, mientras en el imaginario escalafón de la poesía ascendían a escaños superiores algunos aduladores, trepas y "progres" mediocres cuya obra no llega a traspasar ni tan siquiera nuestros límites comunitarios.

 

Y mientras se sigue ignorando que en el mundo poético popular se encuentra una buena parte del las señas sentimentales de identidad de las generaciones de nuestros padres, de nuestros abuelos y de nuestra propia infancia, finalizo con "Sueños" un breve ejemplo de poesía popular que escribí cuando eran joven… hace ya algunos años:

 

Entre tu puerta y la mía

hay un estrecho sendero

que recorrí muchas veces

para decir que te quiero,

y recordarte que anoche

he vuelto a tener un sueño

donde te veía desnuda

como una estatua de hielo.

 

Y todo tu cuerpo, hermosa,

aparecía ante mi cielo:

primero fue tu melena

de abundante pelo negro

después contemplé tus ojos

que yo por verlos me muero,

más tarde tus labios rojos

como carbones ardiendo.

 

Sin fuerza entreabrí los ojos

porque te veía muy lejos

y tu imagen se escapaba

por las mil puertas del sueño.

Y volví a cerrar los ojos

para contemplar tu cuerpo

porque la noche era noche

mezcla de amor y de fuego.

 

La pasión ardía en mis venas

y en las entrañas del pecho

un infierno se encendía

como un volcán de deseos…

 

Sentí celos de la luna

al besarte en blanco lecho

cuando el balcón de tu alcoba

al viento dejaste abierto.

Y en mi alma, torturada,

por el infierno que siento,

la escuché, estaba llorando,

de tanto como te quiero.

 

Al despertar comprendí

lo incierto de mis silencios

y las diferencias que hay

entre realidad y sueños.

 

***

He vuelto a soñar contigo,

soñé y al verte llorando

te dije unos versos míos

que te escribí hace años:

 

A la vera de una fuente

baja un arroyo cantando:

 

Las penas que yo tenía

el agua se va llevando

y no queda ni el consuelo

de haberte querío tanto.

 

   

 

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Última actualización: 30/11/2006

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